sábado, 9 de marzo de 2019

61. LA RECOMPENSA COMO MOTIVACIÓN EN EL SERVICIO



El Salvador dijo repetidamente: "Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros"(Mat. 19: 30). Jesús desea que los que trabajan en su servicio no estén ansiosos por recibir recompensas, ni que sientan que deben recibir una compensación por todo lo que hacen. El Señor quiere que nuestras mentes se encaucen por un conducto diferente, porque él no ve en la forma como el hombre ve. El no juzga por las apariencias sino que estima a un hombre por la sinceridad de su corazón. 

Los que han puesto en su servicio un espíritu de verdadero sacrificio, de la negación de sí mismos, son los que ocuparán el primer lugar al final. Los obreros que fueron contratados primero, representan a los que poseen un espíritu envidioso y de justicia propia, y que pretenden recibir un trato preferencial por sus servicios por encima de los demás. El padre de familia dijo a uno que puso en duda su derecho de dar más a los demás que a él: "Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?" (Mat. 20: 13). Yo he cumplido mi parte del acuerdo. 

 En nuestra esfera de acción, todos nosotros deberíamos respetar el monto de la recompensa. Pero mientras apreciamos la promesa de bendición, deberíamos tener perfecta confianza en Jesucristo, creyendo que él hará bien y nos dará una recompensa que esté de acuerdo con lo que han sido nuestras obras. El don de Dios es la vida eterna, pero 354 Jesús no desea que estemos tan ansiosos acerca de las recompensas como por hacer la voluntad de Dios porque es correcto hacerlo así, independientemente de toda ganancia.

 Pablo contempló constantemente la corona de vida que se le daría, y no sólo a él sino también a todos los que aman su venida. Fue la victoria ganada mediante la fe en Jesucristo la que hizo la corona tan deseable. El siempre exaltó a Jesús. Está fuera de lugar toda jactancia de nuestra parte acerca de los talentos o la victoria. "No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová" 
(Jer. 9: 23, 24).

 Los que recibirán la recompensa más abundante serán los que hayan mezclado con su actividad y su celo una piedad misericordiosa y tierna por los pobres, los huérfanos, los oprimidos y los afligidos. Pero los que pasan sin preocuparse de ellos, que están demasiado ocupados para prestar atención a lo que ha sido comprado con la sangre de Cristo, que están llenos de grandes proyectos, encontrarán que están en el último lugar, en el más ínfimo. Los hombres obran de acuerdo con lo que es el verdadero carácter de su corazón. 

Hay a nuestro alrededor los que poseen un espíritu manso y humilde, el espíritu de Cristo, pero que hacen muchas cosas pequeñas para ayudar a los que están cerca de ellos, y que no piensan en esas cosas que hacen; éstos se asombrarán al final cuando encuentren que Cristo ha notado las palabras que han hablado a los desanimados, y ha tomado en cuenta los donativos más pequeños hechos para aliviar a los pobres, y que han costado al dador algún grado de abnegación. El Señor mide el espíritu y da la recompensa que corresponde; y el espíritu de amor puro, humilde e infantil hace que la ofrenda sea preciosa a su vista.
RH, julio 3, 1894. 355 

 COMO UN DON Y NO COMO UN DERECHO 
Pedro dijo: "He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?" (Mat. 19: 27). Esta pregunta formulada por Pedro muestra que él pensaba que cierta cantidad de trabajo de parte de los apóstoles merecería una cierta cantidad de recompensa. Entre los discípulos existía un espíritu de complacencia, de exaltación propia, que los llevaba a establecer comparaciones entre ellos. 

 Si alguno de ellos fracasaba, los demás se sentían superiores. Jesús vio que ese espíritu debía ser controlado. Podía leer los corazones de los hombres y vio sus tendencias al egoísmo en esta pregunta: "¿Qué, pues, tendremos?" Él debía corregir ese mal antes que adquiriera proporciones gigantescas. Los discípulos estaban en peligro de perder de vista el verdadero principio del Evangelio. Mediante el empleo de esta parábola [de los labradores que fueron llamados] él les enseñó que la recompensa no es por las obras, para que nadie se gloríe, sino que se recibe enteramente por gracia. 

 El labrador llamado a la viña al comienzo del día tuvo su recompensa en la gracia que se le dio. Pero el último que fue llamado tuvo la misma gracia que recibió el que fue llamado al comienzo. Todo el trabajo era de gracia, y nadie debía gloriarse sobre otro. Ninguno debía refunfuñar contra otro. Ninguno tenía privilegio sobre otro, y ninguno podía reclamar la recompensa como derecho propio. Pedro manifestó los sentimientos de un asalariado. -RH, julio 10, 1894. CMC