26 Entonces habló David a los que
estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este
filisteo, y quitare el oprobio de Israel?
Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?
40 Y tomó su cayado en su mano, y
escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el
zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.
45 Entonces dijo David al
filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el
nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a
quien tú has provocado. 46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré,
y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del
cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en
Israel. 47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con
lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 1 Samuel Capitulo 17.
*EN LA PROVIDENCIA DE DIOS,
David, como hábil tañedor de arpa fue llevado ante el rey. Sus sublimes acordes inspirados por el cielo
tuvieron el efecto deseado. La
melancolía cavilosa que se había posado como una nube negra sobre la mente de
Saúl se desvaneció como por encanto.
Cuando no se necesitaban sus servicios en la corte de Saúl, David volvía a
cuidar sus rebaños entre las colinas, conservando su sencillez de espíritu y de
aspecto. Cada vez que era necesario, se
le llamaba nuevamente para que sirviera al rey, y aliviara la mente del monarca
perturbado hasta que el espíritu malo le abandonaba. Pero aunque Saúl expresaba su deleite por
la presencia de David y por su música, el joven pastor regresaba de la casa del
rey a los campos y a sus colinas de pastoreo con alivio y alegría.
David crecía en favor ante Dios y los hombres. Había sido educado en los caminos del Señor,
y ahora dedicó su corazón más plenamente que nunca a hacer la voluntad de Dios. Tenía nuevos temas en que pensar. Había estado en la corte del rey, y había
visto las responsabilidades reales. Había descubierto algunas de las tentaciones que asediaban el alma de
Saúl, y había penetrado en algunos de los misterios del carácter y el trato del
primer rey de Israel. Había visto la
gloria real ensombrecida por una nube obscura de tristeza, y sabía que en su
vida privada la casa de Saúl distaba mucho de tener felicidad. Todas estas cosas provocaban inquietud en el
que había sido ungido para ser rey de Israel. Pero cuando se sentía absorto en profunda meditación, y atribulado por
pensamientos de ansiedad, echaba mano a su arpa y producía acordes que elevaban
su mente al Autor de todo lo bueno, y se disipaban las nubes obscuras que
parecían entenebrecer el horizonte del futuro.
Dios estaba enseñando a David lecciones de confianza. Como Moisés fue educado para su obra, así
también el Señor preparaba al hijo de Isaí para hacerlo guía de su pueblo
escogido. En su cuidado de los rebaños,
aprendía a apreciar en forma especial el cuidado que el gran Pastor tiene por
las ovejas de su dehesa.
En las colinas solitarias y las hondonadas salvajes por donde vagaba David
con sus rebaños había fieras en acecho. A menudo salía algún león de los bosquecillos que había al lado del
Jordán, o algún oso, de su madriguera, en las colinas, y enfurecidos por el
hambre venían a atacar los rebaños. De
acuerdo con las costumbres de su tiempo, David sólo estaba armado de su honda y
su cayado; pero no tardó en dar pruebas de su fuerza y su valor al proteger a
los animales que custodiaba. Dijo más
tarde, describiendo estos encuentros: "Venía 698 un león, o un oso, y
tomaba algún cordero de la manada, y salía yo tras él, y heríalo, y librábale
de su boca: y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo
hería y mataba." (1 Sam. 17: 34, 35)
Su experiencia en estos asuntos probó el corazón de David y desarrolló en
él valor, fortaleza y fe. Aun antes de que fuese llamado a la corte de Saúl, David se había
distinguido por actos de valor. El
oficial que lo recomendó al rey dijo que era "valiente y vigoroso, y
hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso," y añadió:
"Jehová es con él." (1 Sam. 16: 18.).
Cuando Israel declaró la, guerra a los filisteos, tres de los hijos de Isaí
se unieron al ejército bajo las órdenes de Saúl; pero David permaneció en
casa. Después de algún tiempo, sin
embargo, fue a visitar el campamento de Saúl. Por orden de su padre debía llevar un mensaje y un regalo a sus hermanos
mayores, y averiguar si estaban sanos y salvos. Pero, sin que lo supiera Isaí, se le había confiado al joven pastor una
misión más elevada. Los ejércitos de
Israel estaban en peligro, y un ángel había indicado a David que fuera a salvar
a su pueblo.
A MEDIDA QUE DAVID se acercaba al ejército, oyó un alboroto, como si se
estuviera por entablar una batalla. El
ejército "había salido en ordenanza, y tocaba alarma para la pelea."
(Véase 1 Samuel 17) Israel y los filisteos estaban alineados en posiciones de
batalla, una hueste contra otra. David
corrió hacia el ejército, llegó y saludó a sus hermanos. Mientras hablaba con ellos, Goliat, el
campeón de los filisteos, salió, y con lenguaje ofensivo retó a duelo a Israel,
y lo desafió a presentar de entre sus filas un hombre que pudiera enfrentársele
en singular pelea. REPITIÓ SU RETO, y
cuando David vio que todo Israel estaba amedrentado, y supo que el filisteo
lanzaba su desafío día tras día, sin que se levantara un campeón que acallara
al jactancioso, su espíritu se conmovió dentro de él. Se encendió su celo para salvar el honor del
Dios viviente y el crédito de su pueblo.
Los ejércitos de Israel estaban deprimidos. Les faltaba el valor. Se decían
unos a otros: "¿No habéis visto
aquel hombre que ha salido? él se adelanta para provocar a Israel." Lleno
de vergüenza e indignación, David exclamó: "¿QUIÉN es este Filisteo
incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?"
Al oír estas palabras, Eliab, hermano mayor de David, comprendió muy bien
qué sentimientos agitaban al alma del joven.
Aun mientras era pastor, David había manifestado audacia, valor y
fortaleza poco comunes; y la misteriosa visita de Samuel a la casa de Isaí así
como su partida sigilosa, habían despertado en la mente de los hermanos de
David sospechas en cuanto al verdadero objeto de su visita. Los celos de ellos se habían despertado al
verle recibir mayor honra que la tributada a ellos, y no le miraban con el
respeto y el amor que merecía por su integridad y su ternura fraternal. Lo consideraban como un pastorcillo joven, y
ahora la pregunta que hizo fue interpretada por Eliab como una censura de la
cobardía que él mismo demostraba al no hacer esfuerzo alguno por acallar al
gigante filisteo.
EL HERMANO MAYOR EXCLAMÓ AIRADO: "¿Para qué has descendido acá? ¿y a
quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu
corazón, que para ver la batalla has venido." Respetuosamente, pero con
decisión, contestó David: "¿Qué he hecho yo ahora? Estas, ¿no son palabras?"
Las palabras de David fueron repetidas al rey, quien inmediatamente hizo
comparecer al joven ante sí. Saúl
escuchó con asombro las palabras del pastor cuando dijo: "No desmaye
ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará con este Filisteo." Saúl
procuró disuadir a David de su propósito; pero el joven no se dejó
convencer. Contestó con sencillez y sin
jactancia relatando lo que le sucediera mientras cuidaba los rebaños de su padre,
y dijo: "Jehová que me ha librado de las garras del león y de las garras
del oso, él también me librará de la mano de este Filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová sea
contigo."
Durante cuarenta días la hueste israelita había temblado ante el desafío
arrogante del gigante filisteo. Sus
corazones decaían cuando miraban el enorme cuerpo, que media seis codos y un
palmo. Llevaba en la cabeza un almete de
metal, y estaba vestido de una coraza de planchas que pesaba cinco mil siclos,
y con grebas de metal en las piernas. La
cota estaba hecha de planchas de metal puestas la una sobre la otra, como las
escamas de un pez, tan estrechamente juntadas que ningún dardo o saeta podía
penetrar a través de la armadura. A la
espalda el gigante llevaba una jabalina o lanza enorme, también de bronce. "El asta de su lanza era como un enjullo
de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro: e iba su
escudero delante de él."
Mañana y tarde Goliat se había
acercado al campamento israelita, diciendo en alta voz: "¿Para qué
salís a dar batalla? ¿no soy yo el Filisteo, y vosotros los siervos de
Saúl? Escoged de entre vosotros un
hombre que venga contra mí: si él pudiere pelear conmigo, y me venciere,
nosotros seremos vuestros siervos: y si yo pudiera más que él, y lo venciere,
vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el Filisteo: Hoy yo he desafiado el
campo de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo."
Aunque Saúl había dado permiso a David para que aceptara el desafío, el rey
tenía muy pocas esperanzas de que David tuviera éxito en su valerosa
empresa. Había ordenado que se vistiera
al joven de la coraza del rey. Se le
puso el pesado almete de metal en la cabeza y se le ciñó al cuerpo la coraza
así como la espada del monarca. Así
pertrechado, inició la marcha, pero pronto volvió sobre sus pasos. Lo primero que pensaron los espectadores
ansiosos fue que David había decidido, no arriesgar su vida en tan desigual
encuentro con su antagonista. Pero el
valiente joven distaba mucho de pensar así.
Cuando regresó adonde estaba Saúl, suplicó que le permitiera, quitarse
aquella pesada armadura, diciendo: "Yo no puedo andar con esto, porque
nunca lo practiqué." Se quitó la armadura del 701rey, y en vez de ella
sólo tomó su cayado en la mano, con su zurrón de pastor, y una simple
honda. Escogiendo cinco piedras lisas en
el arroyo, las puso en su talega, y con su honda en la mano se aproximó al
filisteo.
El gigante avanzó audazmente, esperando encontrarse con el más poderoso de
los guerreros de Israel. Su escudero iba
delante de él, y parecía que nada podía resistirle. Cuando se acercó a David, no vio sino un
zagalillo, llamado mancebo a causa de su juventud. El semblante de David era rosado de salud; y
su cuerpo bien proporcionado, sin protección de armadura, se destacaba
ventajosamente; no obstante, entre su figura juvenil y las macizas proporciones
del filisteo, había un marcado contraste.
Goliat se llenó de asombro y de ira.
"¿Soy yo perro -exclamó- para que vengas a mi con palos?" Y
entonces soltó contra David las maldiciones y los insultos más terribles, en
nombre de todos los dioses que conocía.
Gritó mofándose: "Ven a mi, y daré tu carne a las aves del cielo, y
a las bestias del campo."
David no se acobardó frente al campeón de los filisteos. Avanzando, dijo a su contrincante: "Tú
vienes a mí con espada y lanza y escudo; mas yo vengo a ti en el nombre de
Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, que tú has
provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y quitaré tu
cabeza de ti: y daré hoy los cuerpos de los Filisteos a las aves del cielo y a
las bestias de la tierra: y sabrá la tierra toda que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no
salva con espada y lanza; porque de Jehová es la guerra, y él os entregará en
nuestras manos."
Había un tono de intrepidez en su voz y una mirada de triunfo y regocijo en
su bello semblante. Este discurso,
pronunciado con voz clara y musical, resonó por los aires, y lo oyeron
distintamente los millares que escuchaban, convocados para la guerra. La ira de Goliat llegó al extremo. Furiosamente, empujó hacia atrás el yelmo que
le protegía la frente, y corrió para vengarse de su adversario. El hijo de Isaí se estaba preparando para
recibir a su enemigo. "Y aconteció
que, como el Filisteo se levantó para ir y llegarse contra David, David se dio
prisa, y corrió al combate contra el Filisteo.
Y metiendo David su mano en el saco, tomó de allí una piedra, y tirósela
con la honda, e hirió al Filisteo en la frente: y la piedra quedó hincada en la
frente, y cayó en tierra sobre su rostro."
El asombro cundió entre las filas de los dos ejércitos. Habían estado seguros de que David perecería; pero cuando la piedra cruzó
el aire zumbando y dio de lleno en el blanco, vieron al poderoso guerrero
temblar y extender las manos, como herido de una ceguera repentina. El gigante se tambaleó y como una encina
herida cayó al suelo. David no se demoró
un solo instante. Se lanzó sobre el
postrado filisteo y asió con las dos manos la pesada espada de Goliat. Un momento antes el gigante se había jactado
de que con ella separaría la cabeza de los hombros del joven, y daría su cuerpo
a las aves del cielo. Ahora el arma se
elevó en el aire, y la cabeza del jactancioso rodó apartándose del tronco, y un
grito de triunfo subió del campamento de Israel.
El pánico se apoderó de los filisteos, y la consiguiente confusión resultó
en una retirada precipitada. Los gritos
de los hebreos victoriosos repercutían por las cumbres de las montañas,
mientras corrían apresuradamente detrás de sus enemigos que huían; y
"siguieron a los Filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de
Ecrón. Y cayeron heridos de los
Filisteos por el camino de Saraim, hasta Gath y Ecrón. Tornando luego los hijos de Israel de seguir
los Filisteos, despojaron su campamento.
Y David tomó la cabeza del Filisteo.
Y trájola a Jerusalén, mas puso sus armas en su tienda." PP EGW
·
EL CHOQUE entre el pueblo de
Dios, y el enemigo, seguirá su curso hasta el fin del mundo. Así como ayer. El
mundo se presenta ante el pueblo de Dios, atemorizándolos, con amenazas,
sátiras, insultos o en su defecto ofreciéndoles bienestar a costa de los
principios... Gran parte del cristianismo ya fue doblegado por ese poder que se
opone a Dios. Los gobiernos van doblegándose paso a paso. Parece que nadie le
saldrá al frente. Los que deberían alzar su voz, están callados como el Israel
del tiempo de David, ante el imponente Goliat, que durante 40 días les puso en
aprietos mental y físicamente. Hasta que
salió al frente David, derrotando y cortándole la cabeza al bocazas Goliat.
·
PERO HAY UN PUEBLO que sí, alzará
su voz. Simbolizado en la minoría, así como David ante miles de israelitas, fue
el único y solo fue a luchar con el enemigo y lo venció.
· Lo venció con
la única arma que tiene el cristiano su experiencia diaria de comunión con Dios
y por eso tenía la seguridad que Dios lo ayudaría. Su fe en Dios le dio valor, y
decisión para vencer.
· EL REMANENTE
VERDADERO, que guarda los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La fe de Jesús
en sus vidas que hace que guarden los mandamientos de Dios. Apocalipsis 14:12;
Juan 15:10; Éxodo 20:3-17.
·
CON este grupo especial. Haga lo
que haga no podrá. Porque su defensor es el Dios Todopoderoso. este grupo jamás
amará las cosas del mundo, porque el amor del Padre está con él. 1Juan 2:15-17.
Y tienen los frutos del Espíritu Santo. Gálatas 5:22-25. ¿Ya Eres Parte De Ese
Remanente? Ministerio Hno. Pio