Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación. (Isa. 25:8,9 R60).
El enemigo que el hombre no ha podido vencer, indistintamente en que cimenta su creer, es la muerte.
La muerte llega al pobre, al rico, al sabio, al ignorante, al que se cuida o al que derrocha su salud.
La muerte llega al creyente, al incrédulo o al agnóstico y ateo. Al que bendice o al que maldice…etc.
Todos enfrentamos sus efectos temprano o más tarde.
La muerte trae dolor por la pérdida, dejando heridas muchas veces permanentes.
Recuerdo cuando era niño, vi la muerte de la madre de una compañerita del aula, y vi como afectó su vida y le quitó la alegría de vivir. En ese mismo periodo vi fallecer a otro compañerito por una enfermedad… era el compañerito más alegre, sencillo, pero la muerte trunco su vida a muy temprana edad.
Mi madre perdió en vida a sus 3 hijos… y la lista puede continuar y continuar sobre casos y casos, en que la muerte dejos a hijos sin padres, a padres sin hijos….
Solo la biblia muestra como apareció este enemigo
Gen. 2:15-17; 3:1-24. Y la solución permanente en Cristo Jesús. Apoc. 13:8; 1Cor. 15:20-23.
Entonces hay esperanza ante la muerte… no de la muerte temporal o sueño que todo experimentaremos Juan 11: 11. Sino de la muerte eterna o segunda muerte Juan 11:20-27; Apoc. 20:4-6.
Y para todos los que creen en Jesús, Dios les dará el privilegio de vivir en el nuevo edén otra vez.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. (Apoc. 21:4-6 R60).
“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. (Apoc. 20:14-15 R60).
Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. (Apoc. 22:1-7 R60) Hno. Pio
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