Los mortales pueden hacer discursos abogando vehementemente por el mérito de la criatura, y cada hombre puede luchar por la supremacía, pero los tales simplemente no saben que todo el tiempo, en principio y en carácter están tergiversando la verdad de Jesús. Se hallan en la niebla de la ofuscación.
Necesitan el precioso amor de Dios, ilustrado por el oro refinado en fuego: necesitan la vestidura blanca del carácter puro de Cristo; y necesitan el colirio celestial para poder discernir con asombro la absoluta inutilidad del mérito humano para ganar el galardón de la vida eterna.
Pueden poner a los pies de nuestro Redentor fervor en el trabajo e intenso realizaciones intelectuales elevadas y nobles, amplitud de entendimiento y la más profunda humildad; pero no hay una pizca más de gracia y talento que los que Dios dio al principio.
No debe entregarse nada menos que lo que el deber prescribe, y no puede entregarse un ápice más que lo que se ha recibido primero; y todo debe ser colocado sobre el fuego de la justicia de Cristo para purificarlo de su olor terrenal antes de que se eleve en una nube de incienso fragante al gran Jehová y sea aceptado como un suave perfume.
Me pregunto,
¿de qué manera puedo exponer este tema
con exactitud?
El Señor Jesús imparte todas las facultades, toda la gracia, toda la contrición, todo buen impulso, todo el perdón de los pecados, al presentar su justicia para que el hombre la haga suya mediante una fe viva la cual también es el don de Dios. Si ustedes reúnen todo lo que es bueno y santo y noble y amable en el hombre, y entonces lo presentan ante los ángeles de Dios como si desempeñara una parte en la salvación del alma humana o como un mérito, la proposición sería rechazada como una traición.
De pie ante la presencia de su Creador y mirando la insuperable gloria que envuelve su 23 persona, contemplan al Cordero de Dios entregado desde la fundación del mundo a una vida de humillación, para ser rechazado, despreciado y crucificado por los hombres pecaminosos.
¡Quién puede medir la infinitud del sacrificio!.
Por amor a nosotros Cristo se hizo pobre, para que por su pobreza pudiéramos ser hechos ricos. Y todas las obras que el hombre puede rendir a Dios serán mucho menos que nada. Mis súplicas son aceptas únicamente porque se apoyan en la justicia de Cristo. La idea de hacer algo para merecer la gracia del perdón es una falacia del principio al fin. "Señor, en mi mano no traigo valor alguno; simplemente a tu cruz me aferro". FO EGW MHP
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